Las tortilleras en todo México
son locales simples, pequeñas, sin decorados especiales, en cuya puerta la
gente hace largas colas para adquirir las tortillas calientes y perfumadas, que
se les entregan envueltas en las servilletas que cada cliente lleva consigo. La
máquina que las hace, ingeniosa y sencilla, está a la vista.
Las panaderías, por el contrario,
son tiendas —muchas veces enormes— luminosas, elegantes, modernas, con lujo de
cristales y mármoles, con cajeras y empleadas bien uniformadas, donde se ofrece
una tentadora variedad de panes dulces y de sal, pasteles y posees decorados
para toda ocasión.
La diferencia es muy notable y
significativa.
La psicología y las complejas
del mexicano han sido objeto de estudio por parte de sociólogas, historiadores
y poetas, desde el viajero Alejandro non Humboldt hasta el poeta Octavio Paz.
Dentro de la variedad de opiniones e interpretaciones, todas coinciden en
atribuir importancia fundamental al trauma de la Conquista, al derrumbe de un
imperio que se sometió a un puñado de valientes sin escrúpulos, y al
consiguiente mestizaje no solamente racial, sino religioso, espiritual y
cultural. Puna las europeas, el trigo —el pan— tiene valor de símbolo sagrado.
Lo mismo ocurre con el maíz y las mexicanas. Antes de la llegada de los
españoles, alrededor del maíz giraba la vida de este pueblo. «Aún hoy -escribe
Eric Thompson en Grandeza y decadencia de loe mayas—, después de cuatrocientas
años de influencia cristiana, se habla de este grano con un deje de reverencia,
y al dirigirle la palabra se hace en firma ritual llamándolo Su Alteza’. Según
la leyenda, el dios Quetzalcóatl , después de haber hecho a los
primeros hombres con harina de piedra preciosa amasada con la sangre donada por
todos los dioses, se transformó en hormiga para descubrir el maíz que estaba
oculto en una cueva, y bien donó a los dioses y a los hombres. En un libro
recientemente editado por la secretaria de Educación Pública se afirma: que el maíz es un derecho del pueblo.
Maní y trigo son dos grandes
industrias del México moderno. Las técnicas más desarrolladas se emplean en su
cultivo y los sucesivos tratamientos y elaboración de productos y subproductos.
Di el alma colectiva del pueblo, sin embargo, ocupan lugares muy di/frentes. El
maíz y sus derivados culinarios (tortillas, tamales, antojitos, atoles, etc.)
son, hoy como ayer, el alimento básico, el don de los dioses mayas y aztecas,
el símbolo de lo autóctono.
Trigo y sus derivados, a pesar
de su ampiisirno consumo, se sienten como menas venerables, menos esenciales.
El hecho de que es más Jaca preparar dulces y postres con harina de trigo que
con la de maíz contribuye a la asociación mental entre trigo y fiesta, pan y
celebración. En la psicología campesina y popular el pan es un pequeño luyo, es
la comida del señor; y el pan dulce es consuelo, premio, alegro, ofrenda al
difunto, golosina conmemorativa.
En el dualismo psicológico del
mexicano, que reconoce y valora sus raíces raciales y culturales, la panadería,
llena de dulzor y esplendor, con sus innumerables formas de panes de origen
europeo o creados por el talento cierno, se asocia con el boato, el orgullo y
la ambición de los conquistadores.
La walkiria humilde
pero Indispensable, donde el rítmico ruido de la máquina sirve de fondo para el
comentario y el comadreo, es símbolo de una civilización sometida pero
indestructible.
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