Para iniciar este apartado es necesario comentar que en
México se hace la diferencia entre el jitomate y el tomate verde o de cáscara.
Al respecto, Enrique Vela (2010: 42) ha escrito que lo que en el resto del
mundo (y de hecho en las regiones norteñas del país) se conoce como tomate es
el fruto que los mexicanos llamamos jitomate (vocablo que viene del náhuatl
xitomátl). Para nosotros, el tomate es un fruto que si bien muestra la misma
forma básica que el jitomate, presenta diferencias en lo que se refiere al color –verde en contraposición al rojo brillante de aquél-, la cáscara que lo cubre y hasta en el sabor, con un dejo de mayor acidez.
En relación con el tomate, este mismo autor menciona que
sus vestigios son más antiguos que los del jitomate, remontándose la antigüedad
de su domesticación al año, aproximado, de 5000 a. C., en los rumbos de
Zohapilco, aldea de la Cuenca de México.
En la cocina mexicana, el uso del tomate se ha preferido
como acompañante del chile al momento de preparar salsas. En relación a esto,
Vela (2010:44) añade que ―…tal vez la principal cualidad del tomate sea su
capacidad de matizar los sabores; es claro que además de dar una adecuada
consistencia a las salsas, aminora el picor del chile y hace con ello más
agradable su consumo‖.
En su Historia general de las cosas de Nueva España, Fray
Bernardino de Sahagún describe la planta y al tomate de la siguiente manera:
―Hay una yerba que se llama coyototómatl o
coyotómatl. Nace de ella una frutilla que es como los tomates chiquitos que se
llama miltomate. Tiene la cobertura amarilla.
Traban un poco la garganta. Son comestibles‖ (en Vela,
2010:46). Con la llegada de los españoles a América y las posteriores muestras
en las cortes europeas de los productos encontrados en esta tierra, el tomate
no tuvo la aceptación que se prodigó al jitomate. 28 señala Vela (2010:42) que este último, en
su estado silvestre, ―…es originario de Sudamérica, y que se domesticó en
México tal vez en Veracruz o Puebla‖. Aunque es menester mencionar que todavía
son muchos los aspectos poco claros sobre el origen y la domesticación del
jitomate. Sin embargo, hay algunos puntos con grados razonables de certeza:
a) El tomate cultivado tuvo su origen en el Nuevo Mundo. No
era conocido en Europa ni en el resto del Viejo Mundo antes del encuentro de
los europeos con el continente americano.
b) El tomate había alcanzado una fase avanzada de
domesticación antes de su llegada a Europa y Asia. Había ya una variedad de tipos
caracterizados por la forma, acostillado, tamaño y color de los frutos.
Sobre cómo se realizó la domesticación existen sólo
hipótesis. En el sur de México el tomate se presenta como una mala hierba, presente
en el campo de maíz en barbecho y otros espacios modificados por el ser humano.
Es verosímil que esta mala hierba fuese la materia
prima para la domesticación del tomate, tal y como los cultivos de las
calabazas, los chiles y el maíz habían sido domesticados.
A la llegada de los españoles, el tomate formaba parte de
los pequeños huertos de hortalizas del área mesoamericana sin que su
importancia económica fuera grande. Era una yerba más de las milpas. Parece
seguro que en el México de tiempos precolombinos el tomate de cáscara era mucho
más apreciado que el jitomate, aunque el consumo de ambos se encontraba
asociado al chile en salsas y guisos. A título de ejemplo, el chilcuzmulli
xitomayo era un mole de chile amarillo con
jitomate, aún hoy en día algunas comunidades rurales mexicanas siguen apegadas
a la tradición prefiriendo las salsas y apreciando la mayor resistencia a la
putrefacción del tomate de cáscara frente al jitomate.
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